lunes, mayo 08, 2006

Los sueños llegan... al final del camino

A veces la vida suele girar en torno a ti, sin darte pie ni descanso, siempre demasiado rápida como para cogerla e incomprensiblemente invariable. Parece que nada de lo que hagas posibilita cambiar el entorno, la marea y el vértice de continuo movimiento. Es frustrante contemplar cómo el no poder abarcar lo cercano hace que lo lejano sea indiscutiblemente distante. Y eso que todavía no se ha manifestado el que uno pueda comunicarse o hacerse entender entre tanta vorágine.

Por ello, la vida es difícil; difícil de calcular, conmover, estimular y aún más de mover hacia el entorno cambiante. Hay que sacar esos tentáculos distantes para que abarquen todos los rincones a los que debes y no puedes llegar.

Es por ello que mis brazos se alargan infinitos, que la mejor forma de moverse dentro del universo es ofrecer tus brazos abiertos al mundo para que él haga lo que quiera contigo. Debes abrir todas las válvulas del corazón, dejar que la sangre que fluye por tu interior inunde el espacio que te rodea. Que la calidez y el color que recorre tu universo se propague y viaje a un ritmo que nunca dejaste de abandonar y que siempre fue uno de tus sueños imposibles.

Sólo la cercanía con lo tuyo y el ofrecer tu interior a la lejanía permite que tu existencia conocida desborde las fronteras imaginadas para tomar un nuevo rumbo. El destino es cruel cuando lo encuentras y te susurra al oído cual va a ser el foco de tu dolor y de tu camino. Pero uno acoge la pena con resignación y alabanza, porque la llanura siempre está ahí, constante en su hábito uniforme de ofrecerse según tus deseos.

Y ahora sin miedo conocido, sabiendo que tu cajita está a salvo de extraños, es cuando puedes revivir, resucitar y abrir la puerta por la que se accede a tu reino. Deja que el mundo recorra tus recovecos, que se empape de la corriente que emanas y que se sumerja en el río de tu conciencia. Tu llanura está ahí, nadie te la puede quitar.

Muchas veces me he sentido como un ermitaño en una montaña que incluso me he atrevido a poder dibujar; y esa seguridad de saber que yo estoy ahí, que siempre estaré ahí hace que cada vez tenga menos miedo de salir y mostrar lo que soy al exterior. Quizá el sentido común pueda retraer mi conducta pero cada día lucho por avanzar un paso en ese camino ya conocido y del que uno bien puede estar orgulloso.

Gobierna bien el timón de tu barco, comandante. No dejes que la deriva desvíe tu destino y saca partido de todas las bondades que el mar de espejos te ofrece. El mar al final es parte de ti tanto como tu propia piel y al final de cada recodo siempre te espera un puerto seguro al que atracar y asentar eso que has recorrido.

No te dejes llevar, marinero. El único límite que siempre te has puesto son tus propios sueños de fronteras inalcanzables, y esas fronteras siempre llegan... al final del camino.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Al leer tus palabras reviven en mi sentimientos e inquietudes del pasado.No siempre podemos realizar lo que nos proponemos, y por eso muchas veces no nos mostramos a los demás tal y como realmente somos y queremos.Nos ocultamos para que no nos dañen,buscamos una vida sin dolor,y es cierto que no puedes llegar a conocerte sin sentirlo....
Tus palabras transmiten optimismo y luz...
Gracias por recibir,gracias por estar ahí!

5:04 p. m.  

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