lunes, mayo 22, 2006

El paisaje detrás de la cortina

La vida rueda como una peonza. La estabilidad ficticia de encontrarte seguro se desmorona como un castillo de naipes cuando el destino ha decidido jugar contigo a la ruleta. Lo razonable deja de formar parte en la ecuación y lo impredecible es el único foco de atención en un mundo regido por el libre albedrío.

Huesos, pequeños huesos que conforman montañas de un pasado inexistente. Múltiples barreras que se estrechan y juegan con tu rapidez innatamente lenta. Diamantes que se te escapan mientras tu rostro refleja continuas muecas de perplejidad. Estoy inseguro y no sé si en el próximo recodo llegaré a caer con las múltiples zancadillas que surgen de mi desesperación.

Una boca enorme se convierte en una risa malvada que me persigue. Se ríe de lo poco que significo; de los esfuerzos vanos que tengo que intentar para no tropezar (o es mi conciencia la que cree que tropezaré). No quiero captar su atención, quiero que me suelte y que deje libres mis ataduras. Soy una luz en la oscuridad que es perseguida a través de múltiples recodos.

Las nubes oscuras ocultan el horizonte. No hay más luz que el centro mismo de lo que soy. Una luciérnaga en un mundo tenebroso, lleno de una negrura palpable e imperecedera. Pero puedo ver, lo justo como para vislumbrar mi propia desesperanza; coronada por la propia imposibilidad de salvarme, de encontrar un resquicio y una salida en ese mundo no creado por mí.

Condenado centro mi atención en la carrera, en los pasos continuos que debo dar para no ser atrapado. Una certeza más se abre en mi camino: no puedo pensar y caminar a la vez. Sólo una de las dos cosas requiere mi completa atención para ser correctamente realizada. Y esa sonrisa está cada vez más cerca.

Un último atisbo de sana locura accede a mi propia mente antes de decidir que la carrera es mi máxima prioridad. ¿Y si esa risa burlona es la mía? Mis pasos se preceden los unos a los otros; el entorno cambiante me envuelve, las nubes tronan a lo lejos; no lo controlo, soy incapaz de controlarlo todo.

¿Y si el eco de mi propia desesperanza fuera ese rostro de carcajadas? Tropiezo inexorablemente. Mi mente lo sabía de antemano. Mi velocidad multiplica la distancia que irremediablemente debo recorrer antes de caer.... pero algo sucede, algo que llego a controlar. Mis manos se ladean y el lento devenir hace que la tierra se separe de mi cuerpo.... estoy subiendo, !! estoy volando !!.

Una nube de energía recorre mi cuerpo, una onda que es capaz de dibujarse en el entorno. La entidad de rostro pintoresco se ríe conmigo, por fin detecto que la burla no era tal. Silencio mi movimiento, me mezo suavemente con la sonrisa ya por fin dibujada en mi faz. Ya estoy aquí para no volver a irme.

Decido contemplar lo que me rodea; un paisaje gris y tormentoso. Esto debe cambiar; el día no está hecho para entristecer el alma. Concentro mi fuerza en el punto de colisión exacto que une alma y espíritu. Ya lo noto, está ahí, ... dejo que fluya sin control y deseo que todo lo que me rodea vuelva a su curso ¿cómo pudo todo torcerse tanto?

El río sigue su cauce y el sol por fin hace brillar mi semblante. Qué difícil es gobernar un timón cuando tu destino no se encuentra a tu alcance. Lo único que puedes hacer es apaciguar la tormenta y recordarte a ti mismo que tu entidad siempre prevalece... pero hay tanto detrás de la cortina, en ese horizonte lejano y cercano que mi mente vuelve a evaporar el presente recordando y rememorando lo que fue.

Hoy estoy en un rincón sabiendo que trozos de mi visión se ennegrecen cuando no estoy atento. Mi concentración me llama y me azota a seguir con los párpados abiertos... pero mi cercanía es distante; hoy seguiré mi camino ajeno al entorno que me rodea, pendiente del paisaje detrás de la cortina.