miércoles, mayo 17, 2006

Quiero darle una patada a la piedra

Recuperar el tiempo perdido. Ir siempre tan rápido que apenas puedas sentir la brisa que circula por tus costados. Ver pasar el horizonte sin poder siquiera calcular cuando se desvanece el aquí y el allí. Y es en aquel rincón en donde ahora me encuentro; incapaz de distinguir ni calibrar el motivo que me ha atraído a este confín tan siniestro.

Y eso que creo que el motivo por el que estoy aquí me debe ser conocido y cercano pero no logro devolver el pulso a mi aspirante ya que pienso que este no es mi sitio; que el mundo se ha vuelto del revés, y que mi existencia, aquí, no hará más que desvanecerse con todos mis recuerdos.

Veo pasar imágenes frente a mí, postales de recuerdos que me ofrecen un pasado inmediato que he dejado de lado; una puerta que no he abierto y múltiples facetas de la realidad que no he sido capaz de percibir. No sé porque se muestran; así no soy yo, es la antítesis de la senda que siempre he seguido.

Lecciones, lecciones te tengo que enseñar, pequeño humano. Te muestro lo que podía haber sido y no fue. Te enseño lo que nadie ha visto y lo que nunca ha sucedido porque tu elección ha sido otra. Algunas veces tu verdad ha sido coherente y otras veces tus pasos han errado su movimiento. Te enseño lo mucho que se puede ver desde aquí; y lo poco que ya se puede hacer.

Todos somos un pozo, un agujero lleno de sabiduría que vamos llenando con el tiempo; una sabiduría que se cimienta con las decisiones presentes; con los errores y fracasos del pasado, con las personas y momentos que has vivido; con los viajes que has realizado (que tan lejos y tan cerca han llevado a tu mente), con el pálpito de sentir y vivir y de creerte un ser único e inimitable en este intrincado mundo de ser, del ser uno entre tantos, de ser (quizá) diferente.

Me gusta ser un soñador, un pasajero en el devenir de los instantes, que siempre espera ser entendido en el mar de caras uniformes. Ya sé lo que hago aquí; buscar mi propio reproche para intentar ser mejor en el mundo, conseguir que mi entorno evolucione y cambie conmigo. Veo miles de viñetas y en todas ellas me reconozco extraño; auténtico y fiel retrato de mis bondades y maldades.

Apágame la luz para que vea con claridad porque ahora controlo el entorno que me fue inhóspito. Ahora todo empieza a mecerse al son de mis dedos y el tiempo y la distancia comienza a pararse y a hacerse más cercano. Inundo de palabras malsonantes los resquicios de oscuridad que pueden quedar en mi visión. Nada de lo que mi vista vislumbre podrá resistir mi empuje, la acción combinada de mi deber y de mi sentir.

Una aplauso al aire se me escapa y el amanecer comienza a aparecer. Recojo mi mochila y comienzo a pasear mientras golpeo los tacones de mis sandalias fuertemente contra el suelo. Los pájaros se acercan, pían en lo alto para acompañar el paso constante que tengo que afrontar. Ahora sí concibo y percibo lo que me rodea; el sueño de ser otro se fue, se evaporó.

Que fugaz y subjetivo es el estado de ánimo. Una piedra se interpone en mi camino. Mi destino decide lo que debo hacer; ver si puede más el deseo o la prudencia; pero sea cual sea el camino que tomo si que estoy seguro de una cosa: nadie cogerá nunca mi identidad.... y ahora sí; ya puedo dar una patada a esa piedra.