martes, mayo 16, 2006

Mi aliado contra el silencio del destino

Lo que se siente, lo que uno siente no se compra; se da voluntariamente y se ofrece gratuitamente. He aquí el milagro que crea el resto de seres que conforman el entorno. No hay otra manera ni explicación de contemplar una coexistencia con posibilidades de éxito. Yo soy así y te lo transmito porque me importas, y porque dentro de mí hay algo que me dice que no me estoy confundiendo.

Cuando un par de miradas se entrecruzan y el momento se detiene; ese y no otro es el instante de dar una respuesta; de que tu corazón de una respuesta. Y en la posterior calma sosegada y conseguida es cuando el tiempo se hace eterno y tu mente vaga entre las nubes.... porque es verdaderamente con el tiempo cuando se reposa con serenidad cada uno de esos instantes mágicos que has logrado compartir.... y es en la distancia cuando uno puede ver el camino marcado y la senda seguida.

Yo he tenido muchos de esos momentos y se me evaporan las palabras de agradecimiento por haber sentido y soñado tantas y tantas cosas. Nunca he dejado de ser fiel a lo que creo y siempre he intentado hacer partícipes de lo que soy a los que me rodean. Y en este avanzar no he estado solo; muchos son los que me acompañan; silenciosos cazadores de vientos dormidos, y es por eso que mi alma está cada vez más tranquila, sabiendo que la certeza siempre me espera detrás del siguiente recodo.

Quizá no es momento de rememorar o quizás sí; mi palpitar decidirá en consenso. Cuando uno recuerda es como abrir una caja llena de objetos delicados; esos objetos que han quedado patentes en el firmamento de tu mente porque a fin de cuentas son los más deseados y los más queridos. Objetos que se rompen con facilidad, frágiles al tacto y al dolor; que hacen que tu destino se vea incierto y que el pasado sea presente de forma imperecederamente real.

Aires constantes de cambio engullen mi pensamiento, mientras pienso lo que será motivo de dicha a partir de hoy. Respiro y floto en cada instante porque así he creído y querido que el tiempo me trate. Sin contemplar el suelo que se cierne a mis pies, tiendo a sentarme. Mi cuerpo quebradizo no puede más, no puede acercarse más.... otro paso más sería un esfuerzo innecesario.

Una música se oye lejana. Me llama para que acuda. Se acerca tímidamente a mis oídos y me suplica atención. Las llamas del fuego se alzan tintineando.... algo grande está pasando y se me ofrece delante. Me mira y se ríe. Mi destino se ríe de mí. Ya sabe demasiado y eso quizás me inquieta pero me anima a reírme con él. Mi risa se hace eco y culmina en un torbellino de carcajadas. Estoy aquí, me siento a mí mismo, existo, vivo; para mí no hay más dicha que esta que padezco.

Los momentos pasados se han ido; se han guardado dando lugar al destino que tendré que afrontar. No somos presente y este quizá se nos escapa de las manos con demasiada frecuencia y rapidez. Mi destino me indica que siga el rumbo de su mano; de una mano insensible a mi parecer. Levanto mi cuerpo; recojo mis enseres y avanzo pesadamente... hoy no soñaré durante la noche....

Miro el horizonte escondido de mi vista. El sonido vuelve a llegar y me anima a seguir. Ya voy, ya voy. Mi conciencia guarda tímidamente este recuerdo en su mente. Una música lejana y continua.... que se solapa en el viento y me ayuda a continuar. Sube y baja..... dulcemente me acaricia. Una nota tras otra y un ritmo continuo que se eleva y me mece..... Ya lo sé, algo nuevo he aprendido. Allí donde vaya, la música irá conmigo, porque no hay mejor aliado contra el silencio del destino.