miércoles, julio 12, 2006

Nadie mejor que tu para hacerlo

El tiempo y el espacio se funden en un lento abrazo. Lóbrega es la mirada que se ofrece al lento recorrido pero que a su vez es capaz de mirar muy lejos, allí en la distancia profunda de lo que se desconoce. La visión es transparente hacia aquello que se hace cercano y los pasos son seguros sin capacidad de plantear algo diferente al ahora, al sentirse cerca de la verdad que uno quiere y desea.

El presente me acoge y la felicidad aparece como una luciérnaga sobre mi hombro. Observa mi cara asombrada; mi sensación de culpa por lo que sucede y por la conquista obtenida debida a su simple cercanía. El mundo debe comenzar a dar vueltas, fundirse con los colores que ahora no soy capaz de imaginar y de ofrecer una puerta a la locura de sentirse cercano y pleno. No hay más felicidad que aquella que es buscada y que se reposa en el hoy y en el ahora.

Y el lanzamiento es muy sencillo. La base que todo lo sustenta ya está preparada, contundentemente sazonada y cultivada. Mi mano amasa continuamente el preparado y me dispongo a partir; a buscar el instante que plácidamente se va a mostrar ante mí. Y sé que va a llegar, porque nunca defrauda la espera no deseada y que deja una profunda e inquietante cosquilla en mi interior.

La abrumadora ola de responsabilidad que se cierne a cada paso que doy se equilibra con el brote de ridículo sonrojo que acude a raudales para mostrarse al entorno. Todo conlleva una espiral que ahora me embriaga y me rodea. Sensaciones que siempre voy buscando ávidamente, una presa fácil de encontrar si se sabe donde situar el punto de mira.

Mis pies descalzos recorren cada uno de los contornos que ahora me rodean. Con mi mano recojo la arena que se arremolina a mis pies. Su pureza y su redondez innata me ofrecen la perfección, una perfecta combinación de buen hacer y del tiempo reposado con madurez. Quiero ser una piedra, unida fielmente a miles de congéneres distinguiendo y moldeando su propia identidad como una bandera en una isla desierta.

Una esperanza tras otra se sumerge en el agua, al cual arrojo las piedras recogidas. Un mar que abraza los propios sentimientos y la propia sensación de sentir que uno es parte del todo; que uno siempre es y será parte del ahora más inmediato. No quiero salir y dejar que este espejismo se aleje.

Quizá en mi propia condición egoísta quiero que venga conmigo pero quizá la solución sea otra; quizá el paso a dar sea estar en eso que quiero con alma y sangre perpetuar y continuar. Tantas dudas dejan que el equilibrio divague y se balancee a uno de los lados. Mi propia lógica me hace consciente de que la duda me hace salir del ahora y me hace dejar de vivirlo. Un consumo vital que no es momento de experimentar.

Vivo hoy, sintiendo la delicadeza del pasado que ha sido, de todo el camino que uno ha logrado forjar en el tiempo; de todo aquello que ha ido recogiendo con esmero y que con fragilidad forma parte de tu mochila; ofreciendo y perpetuando toda esa amalgama inconexa de ideas que pretende ofrecer un futuro cercano y previsible (que casi nunca puede serlo).

El mundo de la conciencia engañada, del presente que se vive en el instante y del pasado existente y del futuro incapaz de prever. La vida es una y lo mejor que puedes hacer es vivirla ahora; aunando la experiencia y el reposo del buen hacer y dejando que el azar no juegue una baza importante en lo que sucederá a partir de ahora.

Bastón en mano prosigo mi camino añorando todo lo que ha deparado mi pensamiento y alegrando mi conciencia por haberme hecho partícipe de mis propios pensamientos. Una espiral que no quiero continuar y es por ello que mi última conciencia antes del siguiente paso es saber que mi presente está para vivirlo; y nadie mejor que yo para hacerlo.