lunes, junio 05, 2006

Te esperamos en la espesura del camino

Sensaciones que hacen vacilar el movimiento continuo de mis pies; canciones que mueven circularmente mi ritmo neuronal. Deseos cumplidos que se recrean con cada nueva gota de realidad, creando nuevos, ofreciendo metas objetivas y no siempre alcanzables. Son paradigmas de lo que el día a día me ofrece y que no siempre es vano e inútil.

Calidez; siento el abrazo fiel de millones de partículas que me rodean. Siempre ahí; mientras duermo en mi cama; mientras cultivo mi mente; mientras cambio la hora del despertador. El tiempo se me concede, honorablemente aterciopelado. Su tacto me conmueve, me arrulla y me calienta. Momentos que siempre recordaré y que ya forman parte del devenir que me atrapa.

Empiezo a volar. Giro mi mirada hacia el infortunio que ya se encuentra demasiado alejado. Cierro los ojos sabiamente, reposando la confianza del pasado conocido y meditando el próximo avance de mi bastón de madera. Blancos copos comienzan a cubrir mi sombrero; es hora de volver al refugio para no enturbiar la calidez que mi propio yo ofrece al entorno (a veces desconocido).

Mi silencio se hace patente; tan patente que los ojos que me rodean comienzan a preguntarse si seré mudo. Un silencio que pocos reconocen como la más fiel de las verdades; un silencio que perpetua lo que nunca seré capaz de decir por miedo a mi propio yo; un silencio que obliga y atrae y que el propio reconocimiento de su existencia es la clave del éxito que indudablemente conlleva el estar en comunión con uno mismo y con el 'a veces el silencio es la mejor de las respuestas'.

Un nuevo espacio que flota a cada momento, que se adapta volátil a la voluntad del interlocutor que se acerca. Manos que entrelazan mis pensamientos sensibles con un pedazo de magia y de movimientos sutiles. Saber como conectar en una vorágine de silencios; cómo ser fiel a tus palabras aún cuando el intercambio hacia afuera sólo se hace patente en tu mirada, en las miradas de todos aquellos que te rodean.

Ya vuelvo al hogar sin dejar que el tiempo condene aún más mi existir. Mis propias tareas, aquellas que conciencian mi espíritu tienen su justa medida, su lento pausar que por momentos impide la pronta y efectiva reacción. El paso del tiempo, un transmisor exiguo del potencial que tenemos y de la capacidad oculta que aún nos queda por descubrir.

A veces, auténticas verdades que sobrepasan mi comprensión se entrecruzan en mi propia telaraña y sé que sólo con el reposo mesurado de mi conciencia y el tiempo como mi eterno aliado, lograré vislumbrar un resquicio de la luz que se me ofrece. La madurez, la comprensión y la sabiduría son grandes reposos que necesitan mesura y delicadeza para alcanzarse. Y en esa labor todos nos sumergimos día a día, intentando discernir el camino que nos ha tocado vivir. Un camino plagado de vertientes y posibilidades y en el que sólo uno mismo es capaz de tomar la 'libre decisión' de elegir, de escoger aquel espacio que verdaderamente identificamos como nuestro.

Opciones y más opciones en un mundo incontrolado de miedos y fobias, de locuras e injusticias. Uno lleva una carga pesada, que se hace más patente cuanto más avanza la propia conciencia del entorno y quizás del propio yo... porque las miserias de la vida siempre tienen fiel reflejo en la manera en que uno es capaz o no de afrontarlas, en la manera en que cada uno se ve o no afectado por ellas, en la manera e intensidad en la que el propio corazón de cada uno responde o no a la llamada que se le ofrece de manera gratuita.

Conciencia limpia y tranquila la de muchos... o tan tranquila como la propia intranquilidad que el desconocimiento lleva consigo, o la desidia, o el no saber discernir entre la realidad y el yo particular. Momentos, situaciones, miles de opciones y posibilidades que en el día a día se muestran, parapetadas en tantas y tantas esquinas como el aire que respiramos. Parece que el afán del entorno es encontrar barreras que impidan llegar a lo que todos tenemos, esa inocencia y sensibilidad que caracteriza al ser humano, una racionalidad que supera lo más lógico de la naturaleza y que aún así es capaz de destruirnos.

Mucho nos queda por avanzar en este mundo incomprendido, en un entorno cambiante que se nos ha dado para desarrollarnos, para evolucionar con el conjunto de elementos que conforman el hoy y el mañana. Una palidez se refleja en mi semblante, mi propia impotencia me la crea. Quizá la mejor reacción e interacción con el entorno tal y como lo conocemos sea el entrar dentro, recogido, al calor del hogar propio.

Y aquí me encuentro, infeliz por no estar en mi interior, pero feliz por enseñar el camino que llevo avanzado a todo aquel que se aventura en la nieve. Aquí estoy yo, con mi mirada, con mi bastón y con la conciencia tan cercana que casi es posible palparla a través de mi piel.

Sal de tu letargo, caminante, y reacciona. No dejes que tus sueños e inquietudes se vayan con tu paso, deja que todos probemos ese dulce perfume que sólo tu posees, que sólo tu sabes dar. Sal, caminante, muchos te esperan en la espesura del camino.