lunes, junio 19, 2006

La esperanza del destino

Cada movimiento que doy me recuerda mi objetivo. Silencio mis pasos y dejo fluir lentamente la adrenalina que circula entre mis brazos. Mi mente comienza a segregar un sudor frío preámbulo del instante que tengo que perseguir. Me sigo acercando, controlando cualquier impulso que deshaga la emboscada.

La trampa ya está lista. Vamos a por ellos.... Despliego mis armas curvadas; silbo al viento para que todos me acompañen; mi mente se nubla y viaja al ritmo de mis pasos. Ya nada puede detenerme y el frenesí que comienzo a imponer a mi presente es imparable.

Mi carrera comienza a acelerarse. Encuentro delante de mí al primer rival. Veo en sus ojos que ni siquiera sabe reconocerme y cuando empieza a atisbar lo que mi presencia significa ya es demasiado tarde. La última imagen que percibo de su rostro me muestra el miedo, un miedo sagrado hacia lo único que es capaz de romper su delicada esencia.

Me fundo en el baile; en una conciencia única que embiste sosegadamente y de la única manera que sabe a aquellos seres capaces de destruir la propia conciencia de lo que uno representa. Sombras del vacío que se alimentan del esfuerzo y de la delicadeza de otros. No merecen tener un rincón en el que refugiarse. Voy a hacer que se arrepientan de todo lo que han hecho.

Despierta guerrero, ¿donde está tu corazón?... Mi mirada vuelve a retozar y a ofrecerse a los que me rodean. ¿qué estoy haciendo? Las sombras están a mi lado pero desconozco el porqué soy yo el verdugo de todas aquellas almas. Este no es mi lugar y mi sentir nunca ha participado del odio recibido.

Esto debe terminar y dar pie a la reflexión. Reitero mi silbido, un sonido no esperado pero que debe ser acatado. Veo extrañeza en los semblantes cercanos pero no hay otro camino... debemos irnos. Me vuelvo de espaldas... tenemos que salir de aquí cuanto antes y olvidar el pasado cicatrizando las heridas que antes o después tendremos que encontrar.

Estamos lejos y el paso continuo sigue minando mis piernas. El horizonte nos obsequia con sus últimos atisbos de luz. El día se acabará pronto y espero que con él se vayan las penas que ya estoy acumulando. Mi propia conducta se me ha hecho extraña y la delicadeza con la que me dejé llevar es un síntoma claro de un problema que no parará de crecer.

Llegamos al destino... ya podemos descansar sin miedo a la oscuridad pero con temor a que nos dejemos llevar de nuevo por el baile; a que nuestro propio presente marque la pauta de una conducta francamente reprochable.... y aun así sigo viendo que es tan fácil... mi propia conciencia se engaña porque el aperitivo es demasiado jugoso.

Necesito descansar. El reposo dará mejor sentir a mis heridas y aclarará la mente corrupta. Dejo que la placidez me rodee, que los recodos conocidos inunden mis pensamientos impuros... me dejo llevar, mi conciencia se aleja....

Amanece. Ellos han estado aquí; han visto nuestro descanso y se han ido. Saben que el mal anida en nosotros y no pueden hacernos daño. Han dejado una risa burlona, una silenciosa melancolía del futuro que depara a la escasa lucidez... y yo no puedo estar más de acuerdo con ellos.

Hoy es un día triste en donde el presente se funde con el pasado para carcomer mis entrañas. Aún tengo mucho que aprender y lo primero que debo recordar hoy es el deber y el respeto para con mis principios. Ayer fui injusto y dejé que la brutalidad se manifestara. Si alguna vez vuelvo a pecar espero darme cuenta antes de que todo sea demasiado tarde.

Vuelvo a mi faena, sintiendo que las acciones pasadas me hacen crecer y dan sentido a mi acalorada mente. Todos somos fruto de nuestras decisiones y el peso que llevamos a nuestra espalda es fiel reflejo de aquello de lo que participamos.

Veré en mis errores una base sobre la que seguir asentando mi conciencia. Creo que esta es la única manera digna de ofrecer un recodo de esperanza a mi propio destino.