miércoles, junio 14, 2006

Vivo en un mundo de colores

El bosque me espera, apacible y sincero con el viento que lo traspasa. Mis pies desnudos cruzan el límite y se adentran, paso a paso; posibilidades que puedo explorar y que están por llegar. Aire puro que circula raudo y veloz; silencio, mucho silencio. Una calma tensa que abruma el espacio que ocupas. Una tormenta a punto de abatirse sobre ti, una látigo letal que viene en tu busca, destronando la oposición que se interpone entre ambos.

Siento una palmada tranquilizadora sobre mi hombro. Ahí están, confiando en el criterio que tantas veces he contado; siendo partícipes de la epopeya que aún tiene que llegar. No quieren perderse ni un instante del encuentro, no quieren ser ciegos relatores de un suceso famoso y desconocido. Están ahí por mí, por ti, porque forman parte del entorno que tu mismo has creado.

Una palidez de gris melancolía recorre mis sentidos. Necesito tener cerca todo lo que hasta ahora me ha acompañado; necesito el cariño de todos los que están y han estado; necesito beber la dulce miel del reposo voluntario, del saber crecer con un criterio constante y cristalino. Pongo mis propias palabras en el suelo de mármol, un altar que dignamente sacrificaré para ofrecer mis servicios al deseo que mi alma siempre ha anhelado.

Mi andar me sigue conduciendo a la explanada, ese recodo triste y solitario en donde el presente escapa a la propia intuición. Es el enclave perfecto que liberará el peso acumulado de los años y que conseguirá palidecer mi renombrado interior, esa farsa que muchos han querido desenmascarar y que nadie ha logrado desmitificar... porque básicamente es la verdad la que se impone ante la envidia y la malicia.

Palidezco ante la belleza del entorno; una visión extraña por la mortalidad implícita que conlleva el sacrificio que estoy dispuesto a hacer. Pero no hay otra forma de paliar la corrupción que se acerca, la negrura que empañará el entorno que me rodea, cada vez con más fuerza y destrucción. No estoy dispuesto a dejar que todo se derrumbe y seré capaz de darme a mí mismo como pago a la deuda contraída, al deseo de no ver un entorno moribundo.

Mis ejecutores comienzan a acercarse; reafirmándose y agradeciendo la decisión que he tomado. Ellos se encargarán de custodiar las fronteras que me rodean y poner orden en la locura de mi pincel de colores. No puedo hacer otra cosa que agachar mi cabeza, observar mi propio caminar para no prestar atención a todo aquello que con tanto sacrificio he sido capaz de crear en todos estos años.

El descanso es tentador. Pasaré de la continuidad de una obra imperecedera a dejar que otros controlen la guía y forma del universo conocido. El descanso por fin llegará a mi mente y a mis músculos. No puedo continuar el viaje que inicié hace tanto tiempo. El momento que vivo me pide descanso y la mejor forma de dárselo es cediendo el lugar que siempre me ha correspondido.

Mientras camino, un pensamiento y una pregunta acceden raudos a mi mente. Creo que mi claridad está enturbiada por este paisaje gris, y siendo así, la decisión que voy a tomar ¿es la correcta?. Mis verdugos dejan atisbar una sonrisa de complicidad. Leen mis pensamientos y mi capacidad de improvisación cada vez es más nula. Comienzo a debatirme por alejarme de este mundo hostil pero su atracción es más fuerte que mi propia voluntad.

De repente mis oídos comienzan a captar un sonido acompasado donde antes sólo había un silencio opresor. Una música comienza a avanzar desde todos los confines de la explanada, y se va acercando, a un ritmo continuo y frenético. ¿Qué es lo que está pasando? La vida viene a mi encuentro; todo lo que he creado quiere darme la mano, que el baile de colores continúe su tránsito. Alzo la mirada.

Lo que observo me deja boquiabierto. Alrededor de círculo que rodea el tótem de sacrificios comienzan a aparecer mis recuerdos; todas aquellas formas que mi mente ha ido creando y a las que se les ha dado un espacio en este rincón tan preciado. Están todos y cada uno de los que en algún momento han sabido escuchar a este corazón que late, que siente la cercanía y la amistad como un abrazo a sí mismo.

Sus sonrisas comienzan a ser cómplices. Sólo falto yo, sólo falta que logre despertarme y los acompañe en la fiesta y en el baile que han sabido crear para mí. Redirijo mi mirada hacia ese destino pasado que quería arrancarme las propias entrañas; veo caras asustadas y siento el miedo que palpita en sus corazones. Mi furia aparece. De mis brazos surge una corriente de potentes colores y mi rostro sonríe al ritmo de la canción que ha logrado recuperar la voluntad de este viejo loco.

El gris comienza a fluctuar, su fin está cercano, al igual que no dejaré ni un solo rastro del odio y rencor que salpican mi cercanía. Centro mis esfuerzos, alzo los brazos y canto la canción que tantas veces recordaré en el futuro. Soy cómplice del tiempo y mis dedos las flechas que dirigen mi destino. Aquí estoy y nunca me arrebataréis el lugar que me corresponde. Sucumbid a mi poder, criaturas del abismo.

Una explosión de luz, de una radiante y eterna luz, que da fantasía a mi vida, que hace perennes mis pensamientos y que ofrece paz a mi corazón. Lo doy todo, lo ofrezco todo, para que todos podáis compartir el mundo que me rodea y que es todo lo que tengo. Un aplauso general me recibe una vez que la luz se difumina. El color brilla por doquier y la felicidad emana de todo, de todos ellos.

Mis lágrimas caen. Es lo más sincero que puedo hacer. Ser yo y estar con los míos. Imposible ofrecer toda la gratitud que me gustaría dar. Sólo un pensamiento me acerca en extremo a mis sentimientos: Vivo en un mundo de colores.