martes, junio 13, 2006

La libertad de decidir

Puertas que se abren y se cierran. Las posibilidades y los movimientos fluctúan cambiantes, ágiles y raudos como el viento que ondea la bandera. Símbolos que recorren los contornos del paisaje, avisando de posibles peligros y siempre ofreciendo nuevos datos al lector constante y ávido de información.

Un paseo al aire libre es lo que el tiempo me permite hacer hoy. Mi tiempo escasea, son demasiados los deberes terrenales que cada vez me impiden más y más hacer eco de mi propio interior. Es una corrosión que soy incapaz de evitar; no puedo hacer frente a un torrente que me atrapa bajo él.

Sólo tengo una escapatoria precisa y concisa que hace que mi ser encuentre ese espacio vital. Prioridades, dar preferencias al fin último que marca mi existir, tan clara y cristalinamente como mi propio palpitar. Uno es uno en la continuidad, uno se alza consciente de cada cambio, de cada paso que deshace las desventuras del devenir. Uno es uno en cada actuación, en cada atisbo de interacción que te hace sucumbir a un mundo siempre cambiante.

Y no hay más destino que el que se te ofrece de manera gratuita; eres un escultor de arena que limpia de imágenes la conciencia de los atentos espectadores. Perfilar adecuadamente cada sendero y modificar lo inconexo hasta que el sentido vuelva a aspirar a ser encontrado y literalmente reflejado en nuestra propia conciencia.

Surcos de lágrimas se evaporan ante el sol abrasador que mi conciencia crea. Soy capaz de detectar los filamentos que se unen para crear mi propio pensamiento, un ente que toma forma según mi edad va culminando mi existencia. Un hueco que se va llenando con los posos de la vida, que va almacenando los momentos que merecen la propia existencia.

Y mi labor nunca termina. Me gusta recorrer las casas de mis recuerdos, los parajes abiertos que forman mis continuas experiencias, la densa maleza que implora ser visitada y que conforma todo el futuro que aún no soy capaz de descifrar. Mi identidad se muestra, y no sólo a mí mismo, sino a todo espectador avezado, a todos aquellos que imploran a su ser la capacidad de escuchar; a todos los que desean apartar la sencillez del día a día; para todos los que saben entender y comprender al prójimo, con la paciencia escrutadora de un águila sobre su presa; sencillamente para todo aquel que sea capaz de sentir el abrazo cálido de alguien que está cerca.

Y casi todo es difícil de entender, tremendamente complicado de razonar, ya que la complejidad aumenta con la percepción, y es el propio ser consciente el que en su autoconciencia vislumbra el atisbo de imposibilidad de querer abarcar lo infinito.

Pues aquí nos encontramos, en una encrucijada que imposibilita decidir. En un camino que se tuerce y serpentea y que muchas veces se confunde con la propia arena que lo entierra. Mil preguntas vuelven a mi subconsciente, sentimientos extrovertidos y a la vez animados que en muchos casos me muestran el camino para salir de la pesadumbre que puede enturbiar mi propio proceder. Mi seguridad se acelera con el pensamiento y sé que el verdadero devenir nunca podrá existir mientras mi conciencia me acompañe.

El cansancio se apodera de mis párpados. Estos días están siendo duros, plagados de emociones contenidas y de expectativas que crecen exponencialmente. Las situaciones puntuales no te garantizan el éxito pero sí que te muestran tentadoras maneras de padecer la propia caída o la continuidad de una verdad que certeramente aparece y que se ha ido mostrando en el tiempo, aunque algunas veces nosotros mismos no lo sepamos. Mis ojos piden reposo.

No dejes que nadie coarte nunca tu libertad de decidir, la capacidad extraordinaria que todos tenemos de sentir un camino como el nuestro y de eliminar todo aquello que impida la libre designación del futuro de cada uno. En ello debes poner tu empeño y decisión. Eres libre y el maltrato de este principio siempre conlleva la autodestrucción de la individualidad, porque ya no serás tu, serás lo que otros quieren que seas.

La torre se meció con suavidad al ritmo del viento. Ese lugar es el reducto que atesora el conocimiento y la virtud... y ahora ya no hay manera de llegar a él. Aquí me quedaré mientras me quede aliento para conseguir traspasar la muralla que me permita entrar.. pero mientras tanto mi humildad se convertirá en la capa que muestro a los demás. De momento no tengo prisa, dejaré que la confianza nuble su entendimiento... y la oportunidad llegará antes o después.