martes, agosto 22, 2006

Los sueños te esperan dentro...

Un débil y frágil tintineo subyace en mi interior. Me afano en la lectura y en la contemplación de todo lo que me rodea... y creedme cuando digo que cada vez el mundo va teniendo más sentido. Cuanto más avanza mi edad, más me doy cuenta del crecimiento implícito que se produce en mi interior. Quizá cuando tenga 30 años más me dé cuenta que verdaderamente me queda mucho por hacer... pero quizá la sensación paulatina y constante de sentir que atrapo el tiempo ya merezca el vivir cada instante como si fuera el primero.

La verdad es que lo comentado necesita una matización. Todo tiene su sentido, pero este sentido a veces viene reposado en el tiempo; y muchas veces el sentido que algo tiene lo debes vivir en ese instante y no más allá. Es algo que vives ahora y que juzgas en el futuro con una plácida y resplandeciente perspectiva. Pero, y he aquí el detalle, nunca puedes vivir el sentido de algo si ese algo se quedó en el pasado. No será lo mismo si hoy juegas a la peonza o a la comba... puedes jugar, pero nunca encontrarás el camino concreto que significaba jugar a esos juegos en el contexto de la niñez. Se vive una vez y luego tienes múltiples años para preguntarte sobre lo que allí ocurrió.

Y así funciona el sentido, creyendo que la razón de uno mismo crece y evoluciona con él, entendiendo y comprendiendo cada vez más el mundo que uno tiene alrededor; dándonos cuenta de la complejidad implícita que nos ha tocado vivir. Un mundo lleno de seres libre pensantes, en donde el mayor tesoro de cada uno está escondido y no se muestra; en donde la palabra sincera es una utopía; en donde el afecto y el amor sincero suele mostrarse únicamente en las películas; en donde decir lo que uno piensa (y no me refiero al tiempo que hace o al cotilleo de turno) no está a la orden del día o bien causa un rechazo frontal. Al final te sientes un ser diferente y extraño en un mundo plagado de contrastes... en un mundo difícil para uno mismo.

Y aquí es donde te encuentras. En un contexto que inicialmente para ti es desfavorable, o que al menos tu crees que es negativo... nada más lejos de la realidad, créeme. Ya tienes lo que te rodea, ahora sólo tienes que jugar con las variables y ponerlas a tu favor. Una frase poderosa me viene a la mente que sintetiza clara y cristalinamente el panorama que se presenta: Tu puedes.

¿Y que puedes? Pues lo que quieras, querido ser libre pensante. Puedes volverte un loco histérico que suplica por las miserias de la sociedad; puedes ser un eminente psicólogo de conciencias abrumadas; puedes dedicar tu existencia a colmar las expectativas de falsa riqueza que abruman tu mente; o quizás ofrecerte como carterista reconocido dentro de la gran ciudad. Tu decides, tu eliges... ese el milagro que nos ha tocado vivir.

Y quizá sea un regalo exiguo el que nos han dado, comparado con la cantidad de sufrimiento que tenemos que padecer por vivir en un sitio complejo y difícil para el ser humano; un mundo cruel con aquel que mira con otros ojos. Quizá la pregunta sea otra... ¿mi actitud ante la vida la puedo cambiar? ¿el sufrimiento también es una elección, es una opción que he escogido?

Yo creo que sí. Lo que tienes es porque tú has decidido tenerlo. Reducirlo a la decisión física y os daréis cuenta que es así. ¿Por qué tienes ese CD que te regalaron? ¿Por qué tienes esa planta en el salón?... tú has decidido tenerlo y por eso lo tienes. Miles de justificaciones podrán venir a tu mente en contra de esta afirmación pero al final eres tú el que ha decidido lo que debe formar parte de tu entorno y lo que no.

Y es igual con nuestra esencia. Eres consciente de lo que vives y cómo lo vives; pero la decisión de qué es lo que coges (conque te quedas de todo lo que se te ofrece) la haces a cada paso, a cada momento... y eso mismo es lo que forma tu presente y la manera en que te muestras o eres capaz de ofrecerte a los demás: tu carácter y tu conducta.

Al final todo se reduce a 2 variables muy concretas: tu y los demás. Una ecuación indivisible que rige cada uno de tus pasos milimétricamente. Todo instante de tu existencia tiene que ver con uno (o ambos) de estos 2 parámetros. Y es en la conjunción sabia y maestra de ambas realidades en donde debemos poner nuestro máximo interés.

Hace mucho tiempo me asaltaba una gran duda... en aquellos momentos en los que mi yo aún era capaz de dar coletazos por definirse. Primeramente era consciente de mi realidad; de aquello que mis propios ojos observaban y de cómo mi mente transcribía aquello que se captaba por este y otros sentidos. Observaba tranquilo como todo era reducido a mi esquema mental y de qué manera se asimilaba la realidad que yo creía ver en el entorno.

Y analizándome cada vez con más detalle llegué a un punto de comprensión mutua conmigo mismo... a un entendimiento que yo era capaz de captar como propio y personal... y en mi inocencia pensaba que al haberlo conseguido, todo mi alrededor también se veía envuelto en esta misma consecuencia y por tanto todas las personas que me rodeaban llegaban a las mismas conclusiones que yo era capaz de alcanzar.

Hasta que un día, mirando a alguien a los ojos, me realicé una pregunta que cambió por completo la realidad que me cubría: ¿Y esta persona, pensará lo mismo que yo? Una pregunta tan trivial al inicio que ni siquiera dió pie a un análisis más exhaustivo.

Uno tiene claro cómo es por dentro, lo que vé, lo que siente, lo que piensa, lo que razonablemente constituye su esencia, su carácter, su conducta, su comportamiento... pero nunca podrá tener ese conocimiento de una persona que no sea él mismo. Si crees que es mentira, respóndeme a una pregunta: ¿Qué estoy pensando ahora mismo?

Podrás tener pautas que se acerquen más o menos a la realidad, a la esencia, y empáticamente se pueda establecer un vínculo casi físico con la propia conciencia del prójimo; pero nunca podrás suplantar ni creer que lo que piensas es la verdad que el otro concibe y percibe.

Si has creído todo lo que aquí se expone, déjalo reposar. Dale años a cada una de las entidades diversas que rodean el mundo y comprobarás que entender y comprender lo que otros son capaces de ofrecerte es mucho más complicado que mirar con las propias lentes; con esos ojos cargados de experiencias.

Hay que ser prudente (que no taimado) y sincero (que no rencoroso) para con los demás... y sobre todo, hay que ser consciente del entorno en que nos movemos. Tu estás ahí, yo estoy aquí, cada uno cargando una mochila que el paso de los años ha ido llenando y que cada vez tienes más peso.

Yo creo que entre todos podemos compartir ese peso que acaba doblando nuestra conciencia. Y es ahí en donde yo estoy, en la parte de aquellos que creen en el amigo mutuo, en la soledad compartida y en el silencio roto por la presencia. El barco zarpa cuando tu quieras, sólo tienes que dar un paso y entrar. Los sueños te esperan dentro...