lunes, septiembre 11, 2006

El eclipse de la luna

Pálida la luna se acerca,
asombrada por su compromiso,
por saber que se acaba su momento,
su lóbrega sensación de estar sola en el mundo.

Una luz surca el horizonte y viene corriendo,
hacia un presente cercado e incierto,
un ahora forzado y forjado en la esperanza,
que presume del calor que conmueve y sonroja.

Ven y acércate a la palma que se abre al viento,
a la sombra que esconde mis desdichas,
lánzame ese abrazo que tienes escondido,
tan dentro que ni siquiera tú puedes verlo.

Tu mirada se adentra en el escondite,
esperando una mejor oportunidad para darse,
para ofrecerse en la sinceridad que ahoga,
y que cubre el inmenso mar de tu yo.

Lanzar una flor y dejarla suavemente entre las manos,
de belleza frágil y segura, con brillo propio,
atemporal para quién mira con el corazón,
por saber que cada brizna del presente
se vuelve fugaz ante mí, ante ti.

Pálida la luna brilla,
esperando cada día una señal,
que culmine en un nuevo eclipse,
que separe por fin su eterna soledad.