martes, noviembre 28, 2006

Una sed profunda

Todo va tan deprisa,
que el camino se hace invisible ante mis ojos.

Voluntad de permanencia
que hace que cada instante de alegría luzca raudo,
que cada brizna de presente sea pasado,
que el instante siempre sea recuerdo.

Quiero vivir y compartir,
quiero sentir y soñar,
quiero escuchar el suave trino de la cercanía del prójimo,
más no puedo gracias a mi propia mezquindad.

Mi propio mensaje me da aliento,
me hace sentir que la presencia del lector está cerca,
más cerca que nunca.

Ahora tengo sed, una sed profunda,
que sólo se sacia en la tranquilidad,
en el descanso que mi caballo no quiere comprender,
y que no está dispuesto a concederme.

Ya sabes algo más de mí, de mi complejo dilema,
siendo mi propia soltura la que deja entrever el horizonte lejano.
Ven y escucha atentamente,
y seguro, que antes o después, serás recompensado.

Etiquetas:

jueves, noviembre 02, 2006

El regalo en forma de perla

Convencerse a sí mismo de que los demás están ahí para no ser escuchados. Que sus continuos y frenéticos movimientos son mecanismos automáticos que les impiden razonar, sentir y pensar. Sus miradas deben ser ausentes, desprovistas de cualquier chispa de luz propia, de cualquier atisbo de conciencia, de pensamiento libre.

Eso es lo que muchos querrían, y debido a ello se ha creado un equilibrio de mínimos, un espacio adecuado para que pocos se muevan; que consigue encuadrar sabiamente la gran ambición y ansia de poder que tienen, imposible de acotar y calibrar. Cuanto más tengo más quiero; siempre a la búsqueda del máximo rendimiento, del máximo beneficio. Un marco propicio para penalizar lo mínimo y dejar libre la injusticia del máximo.

Y mientras tanto, impasiblemente, miles de esos ojos autómatas se apagan; cada vez con mayor frecuencia, cada vez suplicando con más fuerza que alguien grite en su nombre, para que se pueda oír por fin su voz, su lamento y su tristeza.

Una rueda que gira y que no quiere parar. Pocas voces poderosas en un mundo creado por ellos mismos frente a millones de silencios apartados del concepto de desarrollo. Aquí es donde estamos hoy, aquí es donde nos movemos; cómplices de las palabras de los poderosos y perennes en nuestra concepción de manos atadas.

Mi aportación hoy será crear una perla, pero que no da dinero, que no ofrece riqueza económica a quien la posee. Sólo para aquel que sabe escuchar y oír con los ojos del alma tendrá sentido mi regalo. Será nuestro secreto, pero un secreto que debe ser contado y llorado, sentido y sufrido.

Tanto tiempo hemos estado callados, tantos dardos nos impactan a diario con veneno para la mente que al final sucumbimos al presente, a la riada del dejarse llevar. No te dejan pensar, no quieren que tengas ese tiempo para ti. Quieren que dediques ese tiempo libre a no hacer nada, a dejarte llevar por lo cansado que ha sido el resto del tiempo que has estado atareado... siempre volviendo al mismo sitio, a la misma rutina que hace que la rueda que aplasta al mundo sea cada vez más grande.

Todo está planeado para embotar el sentido común de cada uno. Si es delito el omitir el deber de todo ser humano a socorrer a aquel que lo necesita; ¿por qué no es delito el hacerlo no sólo con un individuo, sino con miles de millones de ellos? Quizá lo que cuento sea un chiste, pero un chiste que para muchos es la muerte. Un chiste que lo único que deja son risas vacías, apagadas por el fuego de la ambición y el poder.

Y mi regalo en forma de perla es saber que no estás solo. Que una vez que sientes esa opresión en la garganta por contribuir a aquello que hasta ahora considerabas ‘vida normal’, tu existencia se convierte de la noche a la mañana en una masacre masiva que otros hilan para ti... y por fin ves que ese vómito que te provoca el percibir todo de color negro no es el único que está cerca de ti.

Muchos deben descubrir la perla que te doy. No para ennegrecer el alma del prójimo, sino para determinar con una mayor y más férrea voluntad cual debe ser el principio de tu existir, cual debe ser esa esencia que debe guiar los pasos que antes avanzabas instintivamente.

Ese es el don que te ofrezco. La transparencia de saber y conocer lo que te rodea; una máquina dispuesta a aniquilar al reducto que se mueve contracorriente y de ser libre para transmitirla. He ahí el mayor de los regalos: elegir libremente y conscientemente la verdad que nos rodea, la verdad que te rodea.

Mi respiración se vuelve profunda. La carga del peso del resto en la corriente hace pesado mi avance. Te lanzo mi sonda, amig@. Que la luz que emana de la verdad sea el norte de tu libertad.

Etiquetas: