lunes, julio 31, 2006

Siempre hay una salida

Veo en sueños el peligro que se acerca. Acontecimientos próximos que atormentarán mi camino y teñirán de rojo el horizonte. No puedo hacer otra cosa más que caminar hacia mi destino, hacia mi misión. Un cruce que deparará un futuro que es incierto y que sabré a su debido instante. Pero lo que veo no calma mi conciencia. El miedo eterno correría hacia el otro lado, alejándose de la colisión y del conflicto. Incontables veces lo ha intentado ya.

Sorbo la última comida sólida que me queda antes de afrontar el ascenso. El hielo rodea el paisaje que mi visión llega a alcanzar. Quizás me aventuré demasiado lejos de lo conocido y estoy tentando a que mi propia locura tome el control; quizás he sido demasiado ambicioso en mis propios planes; quizás he llegado demasiado lejos... sí, de eso estoy seguro, estoy muy lejos de la comodidad que ahora deseo con anhelo.

Pero también es momento de tomar decisiones, de arriesgar lo asumido y plantar nuevos árboles en territorios yermos, en parajes que necesitan calor y colorido. Espero tener la fuerza y la voluntad suficiente como para salir victorioso de la contienda; con heridas y cicatrices que el tiempo curará pero con la cabeza tan alta que me permita ver más allá de la oscuridad que ahora rodea mi propio entorno, y que, a pesar de todo, yo mismo he creado.

No hay luz sin oscuridad; no hay brillo sin sombra. El destino me sigue poniendo a prueba, desconocedor de que el daño físico es el menor de los castigos. La tortura y las ideas que continuamente bullen y rebosan mi mente para llegar hacia mi objetivo hacen que mis pasos sean meramente mecánicos. Tengo que llegar y una vez allí poco importa mi deterioro; mi poder y mi vida hablarán por mí.

Entro dentro de la cueva; un rincón salpicado de una oscuridad brusca y siniestra que quiere mi propia perdición. Dejé atrás la tempestad para encontrar un calor nauseabundo. Me desprendo de las ropas que tanto camino han recorrido para llegar hasta aquí. Dejo que mi vista se acostumbre al nuevo recodo que he de afrontar. Cada vez estoy más cerca y el sonido de mi propio yo se me hace cada vez más patente.

Inicio el descenso, un pasadizo resbaladizo, lóbrego; inundado de seres legendarios, de pequeños y minúsculos roedores que pugnan por acaparar mi atención; deseando que me caiga y hacer de mí un miembro más de esa comunidad amparada por otra mente que no es la mía. Ya lo noto, mi palpitar nunca se confunde. Ahí delante tengo el objetivo de mi búsqueda, la añoranza de encontrar y de verme frente a frente con mi propia conciencia.

Una gran bóveda da sentido a mis palabras. Un reino de lóbrego recorrido, de pensamientos impuros y de negrura innata. Un palacio para una sombra que ha estado escondida demasiado tiempo y que ha hecho del tiempo y del espacio su morada. Un fantasma de carne y hueso que ha sabido esperar la tardanza de la acción y que se ha hecho fuerte en su terreno. Aquí estoy yo; presentándome en su guarida, desafiando a quien no tendría que estar aquí.

Aparece bruscamente ante mí, intentando que descordine mi propia coherencia... pero hace tiempo que estoy preparado y el aire puro que recorre mis pulmones aún no ha dejado de exhalar. Su propio aliento me produce nauseas, su propia razón de existir es para mí el peor de mis pecados, y sólo podré expiarme de mi culpa devolviendo la cordura a un entorno que veo y siento tremendamente inhóspito.

Me ataca... y eso es lo que yo estaba esperando con tanto anhelo. La sombra se abalanza precisa y certera hacia mi corazón. Quiere acabar pronto y aún no sabe que esa va a ser su propia perdición. Nunca será capaz de contener la verdad de lo que pienso y la manera en que su presente tendrá que cambiar. Abro mis brazos y espero su ataque mortal.

Siento el dolor; no físico. El mal comienza a inundarme... y sólo así el daño comenzará a repararse. Este es el castigo que tengo que soportar. Ven a mí, siente mi abrazo y lo que te ofrezco y ríndete al presente que ahora no tienes. Esta es mi vida y tu no tendrás un recodo mientras yo sea capaz de encontrarte.

Mi propio yo maligno se da cuenta de la verdad. Ahora tiene que elegir, unirse a mí o dejar su existencia. Yo no puedo elegir por él, pero si que puedo mostrarle el camino que yo ya he recorrido. Alzo mi mano ante su propia estocada. Ven, acércate y comparte lo que una vez fuiste y que ahora te vuelve a reclamar.

Me da la mano. Ha comprendido lo que ha hecho y lo equivocado de su acción. Ahora está conmigo, fortaleciendo la alianza que ahora nos une. Destruye aquello que me hería, deja de lado su egoísmo y se ofrece a mí tal cual es. Es mejor así... mi cuerpo se derrumba y mis manos se apoyan sobre el suelo.

Lanzo al aire un grito desgarrado, saco fuerzas de flaqueza y comienzo a hacer brotar la pureza que envuelve mi presencia. Mi otro yo se funde conmigo, canalizando la fuerza que le ofrezco y que limpiará la oscuridad de esta oscura caverna. Todo es cuestión de tiempo, todos salimos vencedores.

Dos días después rememoro aquel encuentro y pienso lo difícil que es mantenerse coherente con lo que uno piensa. El conformismo es a veces un enemigo que se esconde placenteramente. Uno siempre debe estar alerta y no dejar que oscuras rendijas del yo den pie a comportamientos no-coherentes con lo que uno verdaderamente es.

La sencillez y el dejarse llevar son la respuesta más sencilla pero el camino correcto es otro para todo aquel que quiera aportar y construir un presente para sí mismo y para todos los que le rodean. La diferencia es la respuesta y "el estar siempre ahí" una cualidad innata de todos nosotros; aquellos que verdaderamente pensamos que siempre hay una salida y que el nosotros siempre está por encima del yo.

martes, julio 25, 2006

El acto deshonesto de no decirlo

Parecen pesar hoy las razones y la lógica sobre las acciones que realizo. La emoción la he dejado apartada y denodada al olvido. Quizá me estoy convirtiendo en una marioneta desprovista de serenidad emocional. Cada paso que doy sigue una pauta medida e inconcebiblemente atrayente. Mi propia identidad deja de viajar y de alimentarse de conjeturas y posibilidades.

Un mundo cerrado, sin salida, sin escapatoria. Esperanza que no se desvanece porque no existe. ¿Dónde está el colorido? ¿Quién ha cerrado la puerta?. La tormenta comienza a descargar su potente alarido, un sufrir continuo que produce rayos eclépticos de delicada belleza mortal. El paisaje se oscurece, está oscuro, estaba oscuro.

Debo encontrar el tapón que serene al paisaje. Una visión enturbiada por la misma respiración síncrona que exhala una y otra vez la misma porción de aire. Delirios que de continuar así harían explotar la caldera vital de cualquier ser vivo; locura sobre serenidad, este es el precio de mi avance y con gusto afrontaré este reto con la promesa de un instante sin opresión.

Y es aquí donde el tiempo se para. Mis propios acontecimientos desencadenan reacciones en el entorno y creo que es mi propio estado de ánimo el que propicia que la ocasión y el instante sean los adecuados. Ellos lo saben, y por ende ya sé que se están acercando. Mi debilidad es su rincón y mi impotencia significa un campo de cultivo para su maldad.

Me concentro para buscar la luz del paisaje, para centrar el presente que me envuelve y dar una salida al avance que indudablemente debe llegar y que la oscuridad todavía no me ha dejado olvidar.... y es ahora cuando empiezo a darme cuenta, como tantas y tantas veces antes, que la luz siempre está dentro.

Un faro no puede buscar consuelo fuera aunque el salvar un alma de alguien cercano valga tal reconocimiento interno que sea capaz de reforzar todo aquello que tienes dentro. Y es ahí donde estoy por lo que mi búsqueda debe ser aún más sencilla si cabe. Mi propio yo metafísico que viaja en mí mismo siente pesadez. La razón busca sus propios argumentos y la mayoría de las veces es mejor dejarle el camino libre.

Pero llega un momento en la persona que debe saltar y reír, llorar y sufrir, ser consciente de que el presente está lleno de emociones y sentimientos. Que la fórmula racional no funciona por sí misma sin la ayuda de un ente suficientemente abstracto como para llegar más adentro y más profundamente que cualquier otro.... y es más, siendo este incapaz de ser entendido y comprendido por medios lógicos.

Y es ahí donde la sabiduría muchas veces choca con lo correcto. Ser sabio no es dejarse llevar por lo primero que te viene a la cabeza ni tampoco por elegir el mejor modo de seguir la senda en base a las ecuaciones de la vida. Ser sabio es dar paso en cada momento a lo que tú eres sin dejar de lado aquello que no eres. Ser consciente de tus límites y de los de aquellos que te rodean. Ser coherente contigo mismo siempre y dejar que tu luz alumbre el camino de los demás.

Y también es ahí donde me encuentro. Con un paraje abrumadoramente intranquilo pero que ahora para mí es la mejor de las bendiciones. Todo es según el prisma con que lo veas. Donde hay luz hay sombra, incluso dentro de unos mismo... y debes ser consciente de este hecho para entender de qué manera tu mismo regulas aquello que quieres y que no quieres ver por miedo al prejuicio de los demás.

Acércate al árbol más cercano que veas y pregúntate si quieres cambiar tu rol en la vida por el suyo. Cuando te contestes yo ya estaré muy lejos porque la comodidad del conformismo hace tiempo que forma parte de mi pasado. Deja flotar tu alma y tu conciencia para que el límite sea incapaz de rodearte y que seas tú el que intentes cogerlo para esconderlo de ti mismo.

Un consejo antes de irme: no hay mejor consejo que el que no se da si aquel al que va dirigido puede obtenerlo por sus propios medios. Por cierto, no te olvides de decirle que puede encontrarlo; el no decirlo podría considerarse como un acto deshonesto.

jueves, julio 20, 2006

El descanso para el alma

Un sendero que se recorre limpio y puro. Ninguna pisada contagia el lento discurrir del tiempo. La propia naturaleza ha cuidado con mimo cada detalle para mostrar al espectador un paisaje inusitado y único. Miedo me da el pensar que soy aquel que tendrá que romper la magia del entorno, enturbiando con mi lento caminar aquel espejismo que ahora contemplo.

Sé que soy parte de la naturaleza y lo más posible me intentaré parecer a ella para no dejar que el proceso se interfiera con mi presencia. Seré uno, en comunión con el propio entorno, y es ahí donde estoy poniendo todos mis esfuerzos.... y quizá esa sea una de mis tareas finales: no tener que realizar esfuerzos para estar en comunión con todo aquello que me rodea.

Y esta es una cuestión de hábitos. Uno se da cuenta que con su perturbación provoca reacciones discordantes y movimientos que no puede controlar. Y es ahí donde uno puede comenzar a actuar y elegir cual es la mejor de las opciones que den como resultado el mejor bien común. Y a base de disciplina y de asentamiento de la propia esencia es cuando conseguimos lo que a primera instancia es inalcanzable: ser uno mismo en el entorno.

Y muchos de los principios se aprenden, pueden ser fácilmente conocidos y estudiados. Y una vez que se conocen, se deben desarrollar la habilidad específica que permita manejar adecuadamente el principio; que permita que esa verdad que ahora forma parte de ti y que coincide con todo lo que llega a interesarte sea una contigo. Práctica y más práctica.

Pero sólo es en función de tu propia actitud cuando el resultado de la ecuación final puede tener o no éxito. Si adoptas una postura derrotista, apaga la luz y deja que otros intenten por ti andar el camino. La tensión constante que ofrece el palpitar del saber que tu esencia se dibuja día a día te ofrece en la mayoría de los casos un marco incomparable para discernir los sucesos de cada día. Y es en esa encrucijada en donde tu respuesta juega un papel determinante.

Puedes sentarte en un lateral y ver el devenir del resto de personas que forman parte de tu visión más cercana. Pero también puedes sentir el bombeo de energía que llega a cada una de tus extremidades y convertirte en el foco de tu propio destino. Eres tú el que adopta una postura ante tu propio devenir y las culpas que echas a los demás no son más que meros insultos que te estás dirigiendo a ti mismo.

Yo he elegido ya el poder relanzar mi presente tal y como quiero vivirlo en cada instante; ser el propietario de cada una de mis decisiones; no dejar que el tiempo carcoma mi propia independencia; dejar de lado la visión del no poder hacer nada. Todo tiene un principio y en la vida el principio más claro es que tu puedes serlo, tu puedes ser el comienzo de algo grande y si no lo eres es que tu mismo estás menospreciando todo aquello que puedes ser, que indudablemente puedes llegar a ser.

Y si todavía no estás convencida, deja que los demás te tiendan una mano. Arrópate dentro de la cercanía, que su presencia calme tus temores y que su abrazo reconforte ese alma que se pregunta lo que puede hacer. Busca cerca, a tu lado, siente el calor que se te da... y déjate llevar, porque el compartir lo que sientes es lo más bonito que puedes ofrecer.

Lágrimas derramadas en el camino. Compartir para estar vivo. Sentir la presencia del otro pegada a la tuya. Recuerdos que muchas veces son presente y que se manifiestan ahora cercanos. Un pie tras otro dejo el lugar de indiferencia que el camino me propuso.

Alzo la mirada y veo todo aquello que falta por llegar y que paladearé en su momento. Miro hacia el pasado que ha conformado lo que ahora soy, agrio y dulce sabor de sensaciones siempre placenteras. Soy consciente de lo que soy y hacia donde voy, estoy en el camino... bienvenido a mi cercanía, a mi abrazo sincero que con cada palabra te muestro. Bienvenido, lector asiduo, a esta mano extendida que con cariño y sin reservas te entrego.

Mi eterna risa se contagia con el trinar de los pájaros. El día de sombras todavía no ha llegado y es momento de disfrutar la fruta que se me ofrece. Me siento a esperar el devenir del resto de viandantes. Seguro que alguien me ofrecerá ese descanso que hoy necesito para mi alma.

lunes, julio 17, 2006

¿Qué es lo mejor que puedes hacer con tu vida?

El principio de todo camino es ser consciente de que existe. Acostumbrar la forma de pensar y actuar para hacer llano el camino de la decencia; de establecer unos principios transparentes y sinceros que no se dejan mecer por el grito inoportuno del dolor de otros, por la corrupción que aflora sentimientos encontrados y muchas veces olvidados.

No aprendemos de las lecciones que nos da la vida porque tal y como dije antes, hay que ser consciente de esa lección en primera medida y en segunda ser capaz de allanar los baches en la propia conciencia para aceptar los cambios. Leyes básicas que rigen tantos y tantos principios que a veces se escapa su propio fin para dar lugar a interpretaciones egoístas y búsquedas de salidas equivocadas.

La ciudad te oprime y te mece al son de las olas que menos te convienen. Grandes flechas te marcan la senda a seguir, un remolino de imposibles proporciones intenta atraparte y sumergirte en la recóndita oscuridad. Un mágico instante que enturbia y capta cada una de las fibras de tu pensamiento, que abotona tu libertad de decidir y marcar hacia donde quieres ir.

En un instante de lucidez intentas volver la mirada atrás y una corriente eléctrica te paraliza los músculos. No quieras intentarlo, parece decirte el cuerpo. Que irreal es la sensación y a la vez tan sentida y sufrida. Ahora soy consciente, y no sólo del dolor que recorre mis entrañas, sino de que la marea me lleva hacia un destino que quizá no es el que quiero escoger.

Ahora es cuando empiezo a ser consciente de lo que me depara. Un planteamiento gris; sin color ni esperanza de redención. Y veo que los tambores están sonando en la otra dirección. Un sonido que me recoge y calma mi alma, una sensación de pertenencia como nunca antes había experimentado. Mi vida tiene color y la corriente me empuja a sufrir por no tener aquello que quiero y deseo.

Y en esa espiral es donde el día a día me mueve. Intentando esquivar los baches que el propio remolino inventa para mí; saltando las trampas que el presente depara en cada esquina; creyendo que la propia mezcolanza de lo que uno es puede desbaratar la más intrincada de las telarañas que alguien pueda poner ante tus ojos.

Recuerdo mi andanza por la ciudad esta misma mañana. Una ciudad plomiza, de reducidas sensaciones, de múltiples marionetas acoloradas. Momentos en donde el color deja de existir y convierte las conciencias en dormidos pensamientos. Y es ahí donde tengo que jugar mis cartas; una mano que indicará mi propia transparencia hacia el mundo y que sólo así logrará sobreponerse al eterno pintor de mentes inocentes. Y sólo así podré ver al prójimo como quien es; sin ser uno más en la corriente.

Aquí me tienes, sólo y desposeído de todo lo que no es mío; y que sólo así podré reclamar como propio. Acércate sin miedo, deja que el espacio que nos rodea se acorte y comienza a enlazar los sentimientos que has perdido hasta el momento. En todo camino hay esperanza y nunca es tarde para comenzar a andar hacia atrás, hacia aquello que hoy creías que era el futuro.

Comienza a ser el trovador de tu propia melodía y estudia lo que te dice clara y cristalinamente el corazón. Busca el ritmo que te atrae, que coincide con la llave de tu felicidad y no dudes en seguirlo. Respeta a todo aquel que te rodea, hazle partícipe del rincón en donde estás, de tu propia fragilidad esencial. Dale lo que tienes y ofrécete sin resquicios.... y respira por fin el aire que has creado.

Aquí está la magia. La magia es saber que no existe otra que la que tu mismo quieras crear. El misterio se resuelve. En tu mano está todo, todo está en tu mano y es en tu propia elección en donde defines que es lo que hay o deja de haber en ti mismo. Básicas palabras que llegan a encerrar el secreto que cada uno tenemos dentro.

Toma mi llave, explora lo que soy; no hay sentir más sincero ni verdad más certera. La mejor forma de ser parte de algo es que dejes de ser para ti mismo y que consigas ser el conjunto de todos y cada uno de los que forman el entorno. Deja que tu belleza entre en los demás; no dejes que el tiempo enturbie tu alma y encoja el corazón que desea volar. Aún estás a tiempo, sal afuera y grita; este es el momento... tu vida ahora es tuya y créeme si te digo que compartirla es lo mejor que jamás podrás hacer.

miércoles, julio 12, 2006

Nadie mejor que tu para hacerlo

El tiempo y el espacio se funden en un lento abrazo. Lóbrega es la mirada que se ofrece al lento recorrido pero que a su vez es capaz de mirar muy lejos, allí en la distancia profunda de lo que se desconoce. La visión es transparente hacia aquello que se hace cercano y los pasos son seguros sin capacidad de plantear algo diferente al ahora, al sentirse cerca de la verdad que uno quiere y desea.

El presente me acoge y la felicidad aparece como una luciérnaga sobre mi hombro. Observa mi cara asombrada; mi sensación de culpa por lo que sucede y por la conquista obtenida debida a su simple cercanía. El mundo debe comenzar a dar vueltas, fundirse con los colores que ahora no soy capaz de imaginar y de ofrecer una puerta a la locura de sentirse cercano y pleno. No hay más felicidad que aquella que es buscada y que se reposa en el hoy y en el ahora.

Y el lanzamiento es muy sencillo. La base que todo lo sustenta ya está preparada, contundentemente sazonada y cultivada. Mi mano amasa continuamente el preparado y me dispongo a partir; a buscar el instante que plácidamente se va a mostrar ante mí. Y sé que va a llegar, porque nunca defrauda la espera no deseada y que deja una profunda e inquietante cosquilla en mi interior.

La abrumadora ola de responsabilidad que se cierne a cada paso que doy se equilibra con el brote de ridículo sonrojo que acude a raudales para mostrarse al entorno. Todo conlleva una espiral que ahora me embriaga y me rodea. Sensaciones que siempre voy buscando ávidamente, una presa fácil de encontrar si se sabe donde situar el punto de mira.

Mis pies descalzos recorren cada uno de los contornos que ahora me rodean. Con mi mano recojo la arena que se arremolina a mis pies. Su pureza y su redondez innata me ofrecen la perfección, una perfecta combinación de buen hacer y del tiempo reposado con madurez. Quiero ser una piedra, unida fielmente a miles de congéneres distinguiendo y moldeando su propia identidad como una bandera en una isla desierta.

Una esperanza tras otra se sumerge en el agua, al cual arrojo las piedras recogidas. Un mar que abraza los propios sentimientos y la propia sensación de sentir que uno es parte del todo; que uno siempre es y será parte del ahora más inmediato. No quiero salir y dejar que este espejismo se aleje.

Quizá en mi propia condición egoísta quiero que venga conmigo pero quizá la solución sea otra; quizá el paso a dar sea estar en eso que quiero con alma y sangre perpetuar y continuar. Tantas dudas dejan que el equilibrio divague y se balancee a uno de los lados. Mi propia lógica me hace consciente de que la duda me hace salir del ahora y me hace dejar de vivirlo. Un consumo vital que no es momento de experimentar.

Vivo hoy, sintiendo la delicadeza del pasado que ha sido, de todo el camino que uno ha logrado forjar en el tiempo; de todo aquello que ha ido recogiendo con esmero y que con fragilidad forma parte de tu mochila; ofreciendo y perpetuando toda esa amalgama inconexa de ideas que pretende ofrecer un futuro cercano y previsible (que casi nunca puede serlo).

El mundo de la conciencia engañada, del presente que se vive en el instante y del pasado existente y del futuro incapaz de prever. La vida es una y lo mejor que puedes hacer es vivirla ahora; aunando la experiencia y el reposo del buen hacer y dejando que el azar no juegue una baza importante en lo que sucederá a partir de ahora.

Bastón en mano prosigo mi camino añorando todo lo que ha deparado mi pensamiento y alegrando mi conciencia por haberme hecho partícipe de mis propios pensamientos. Una espiral que no quiero continuar y es por ello que mi última conciencia antes del siguiente paso es saber que mi presente está para vivirlo; y nadie mejor que yo para hacerlo.

sábado, julio 01, 2006

Uno es uno

Me refresco cerca del río. Hoy es un día esencial para dejar fluir los recuerdos que me llegan a la mente. Rememorar todas esas situaciones que han marcado lo que ahora es mi presente y que me han hecho aprender cada una de las conductas con las que afronto el devenir del día a día.

El agua se escurre entre mis brazos mientras aplaco lentamente mi intensa sed. Mi eterno devenir requiere un contraste tan anunciado como mi propio descanso. Y no sólo mi cuerpo debe descansar ... quizás eso sea lo más sencillo a lo que ofrecer conformismo. Algo más requiere ser desconectado, dejar que la lenta placidez del tiempo infinito llene cada brizna de mi propio cansancio.

Un sonido extraño despereza mi propia autocomplacencia del qué hacer. Alguien quiere llamar a mi propia puerta para seguir enturbiando cada uno de los logros conseguidos. El eterno devenir del no ser conformista con el papel que nos toca jugar, con cada una de las decisiones que inevitablemente marcan el camino, que marcan la vida de cada uno y que en la mayoría de los casos te impiden volver a la bifurcación que dejaste pasar.

La respuesta que debo y puedo dar puede ser sencilla, innatamente contraria al desequilibrio de analizar y plantearse ... pero quizá la parte más interesante del ser humano es evolucionar con los demás y es por ello que una respuesta vaga no responde a este criterio. Dejarse llevar no forma parte de un espíritu que sea capaz de retar a su propio interior.

Si quieres escuchar sinceramente y estás dispuesto a cambiar aquello que en tu presente creas equivocado, este y no otro debe ser el camino adecuado de acción, ofrecer una actitud abierta y cambiante hacia lo que te rodea. Eliminar el veneno de los prejuicios, las quejas y el remordimiento. El presente construye tus bases si estás dispuesto a escucharle y analizarlo conjuntamente con él.

En caso contrario, tomarás el camino fácil, el camino de la autocomplacencia y del saber que nada puede atorar tu presente por simple que sea. Y es en esta verdad en la que tomarás conciencia de que tu intolerancia y tu propia simpleza hacia la riqueza del entorno te hará ser un condenado de tu propio yo. Cuanto antes te des cuenta del camino que eliges antes podrás ser consciente de tus propias limitaciones, principios y esencias o bien podrás ser consciente de que verdaderamente no las tienes.

Dejo de lado mis propios pensamientos y presto atención al mensaje que el viento me susurra. Es un latigazo en mi línea de flotación. Una certeza que me hace ver lo necio que a veces puedo ser y lo poco que voy aprendiendo en el camino. Veo mis propios errores, quizá la falta de coherencia que a veces suelo dar a mis palabras y a mis hechos. Un discurso que no sea pleno en acción e intención nunca puede acompañar a alguien implicado consigo mismo.

La eterna renovación de las ideas hace que uno deba estar siempre atento a su ser para que llegue un día en el que el ser propiamente dicho se manifieste de forma innata y automática, un ser curtido en el paso del tiempo por las mejores prácticas y creencias, un ser cultivado con el conocer, el ser conocido y el conocerse, un ser que espera paciente el diálogo de los que le rodean y su propio diálogo, un ser que es capaz de elegir y decir libremente su propio destino.

En la encrucijada del camino a seguir, al final, las acciones y pensamientos que has ido recogiendo deciden en última instancia la elección que debes tomar. Pocas cosas juegan dentro de la ruleta del azar y muchas de las decisiones que somos capaces de tomar de forma consciente coinciden en un único punto, coinciden en que son tuyas, sin coacción ni maltrato externo.

Uno es uno, capaz de regir su propio destino y nunca el de los que le rodean. Uno es uno, ser indescriptible y propio, con un proceso mental independiente e intransferible que es lo que verdaderamente sustenta la propia capacidad y esperanza.

Uno es uno, inagotable hasta el fin, sincero y atado a la jugada que la vida te ha deparado.
Uno es uno, siempre con posibilidades de cambiar, de sorprender, de sentir y de compartir, de reír y de llorar, de soñar con y para tu interior.
Uno es uno, inconfundible e incorregible.

Quizá esta sea la lección más importante de aprender en la vida. Uno es uno ... ahora sólo falta ser capaz de entender lo que en esencia y propiamente nos distingue de todos los demás.