miércoles, febrero 21, 2007

Sois, soy, somos y serán

Caminando por un sueño

Nos hacemos mayores. El tiempo no pasa en balde a través de nuestro cuerpo, de nuestra mente. Recoges los cambios del lento caminar con paciencia, con prudencia y cada vez, con menos ganas de pensar el porqué de lo que sucede.

Te acostumbras a pensar que todo es como lo conoces y te dejas relajar por el simple sentido de 'lo que ya sabes'. Pautas que te obligan a ser uno más fluyendo en la corriente, con la mirada perdida en otras ideas que hacen que el presente simplemente se evapore. Unas ideas que te condenan, que te atrapan y que nunca te dejan ser como hace tiempo creías que debias ser, como hace tiempo creías que debias actuar.

Y llega un día en el que un torrente de dispersas volutas de aire te azotan el subsconciente, se mueven a través de ti, ignorando el lento y aburrido destino inexorable. En mi caso, varios torrentes invaden la acera por la que transito, moviendome sin apenas esfuerzo y luchando por hacerse sentir. Son oscuros, me hacen daño, pero no tengo escapatoria, no puedo dejarlos atrás.

Se cruzan ante mí.... ya han logrado que me evada del camino marcado por otros y me encuentro a solas con ellos. Son nuevos, no los conocía antes. Me confunden con sus palabras y sus actos. No dan amor y nunca dan nada de esa sinceridad que marca la verdad de uno. Ellos se conocen, yo soy el extraño, el ser analizado, el personaje extra en la historia que ellos viven... sus palabras siguen hiriendo, profundamente... no estoy preparado para dar y recibir interpretaciones.

Pero sí estoy preparado para seguir siendo, para continuar mis principios sin que por ello se me catalogue de lo que no soy, de lo que no participo. Pero la cercanía sigue doliendo y mi respuesta nunca puede ser pagar con la misma moneda. Mi dolor me sustenta, me alerta de aquello que no entiendo, de los nuevos retos a los que me tengo que afrontar debidos a mi vejez cada vez más cercana.

Una vejez que cada vez veo más aislada. Una forma de ser que nadie comparte porque los cambios son cada vez más largos en el horizonte y la llanura infinitos. La cercanía no la pones tu, sino el pasado y presente del avance de todos, que se alejan, se acercan, te miran, se rien y vuelven a irse. Yo iré despacio pero la pureza que quiero transmitir requiere su justa medida y según pasa el tiempo, ese tiempo que daña irremediablemente nuestro físico, esa pureza es la más incomprendida, y por ende se convierte en la causa de mis desdichas, la que provoca que los torrentes oscuros puedan llegar hasta mí.

Ahora estoy aquí, con esos brumosos nubarrones delante mia, que no son capaces de ver la sencillez de trato y de ser empáticos con el esfuerzo del prójimo. Dar y dar, y cuando recibes son respuestas extrañas, comportamientos taimados, sinceridad encubierta por experiencias pasadas. Todos queremos ser grandes y ser los primeros, pero quizá la sinceridad más extrema es saber, sentir y compartir que todos estamos en la misma escala y que nadie está por encima del otro. Yo soy así, te lo ofrezco. ¿Y tu?

Seres de infinita magnanimidad y paciencia, de diferencias profundas, de hondos pesares y nostalgias. Sois, soy, somos y serán. La ecuación más simple que muchas veces se olvida, y no por ignorancia, sino porque no estamos acostumbrados a buscarla, a buscar la verdad de cada cosa, de cada esencia, de cada mano tendida, de tu propia mano tendida, de él, de ellos, de tí, de mí, del yo.

Poco más puedo decir sin que el dolor vuelva. Un dolor tan innato en estas fechas que ya es una amigo más en cada instante. Sigue siendo ese ser maravilloso, diferente a todos los demás, y si alguna vez te cruzas en mi camino, no juzgues ni mi actitud ni mis palabras. Sé uno conmigo y acalla el rumor de lo enseñado... quizás te sorprenda descubrir que no todo es como lo pensabas.

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